El universo es dual, está formado por dos fuerzas que conforman una inexplicable onda de energía que los toltecas denominaron el Tonal y el Nagual. Establecieron que todo lo que podemos interpretar o representarnos de algún modo es el tonal, y todo lo demás, lo innominable, es el nagual. Para destacar que no se trata de dos realidades opuestas, sino de dos aspectos complementarios de una fuerza única, a la que apodaron "el Águila", compararon el tonal y el nagual con los dos lados de nuestro cuerpo físico, el lado derecho y el lado izquierdo. Y vieron que, al igual que los organismos, la energía en el Cosmos está estructurada a partir de una simetría bilateral. La vida se forma cuando un trozo de esa energía libre del infinito, llamada "las emanaciones del Águila", se enrolla sobre sí misma, convirtiéndose en un nuevo ser individual. La percepción del mundo ocurre cuando entra en juego algo a lo que denominaron "el punto de encaje de la percepción".
Todo lo que existe está dividido en claro y oscuro, a semejanza del día y la noche. El mundo energético está compuesto de extensas zonas de oscuridad salpicadas por diminutos puntos de luz. Las zonas oscuras corresponden a la parte femenina de la energía, mientras que las zonas claras corresponden a lo masculino. El universo es casi en su totalidad femenino, y la energía clara, lo masculino, es una rareza. Asociaron la oscuridad con el lado izquierdo, el nagual, lo desconocido y lo femenino, y la claridad con el lado derecho, el tonal, lo conocido y lo masculino. Seguidamente vieron que el acto de creación galáctico tiene origen cuando la oscuridad cósmica se contrae sobre sí misma y de ella surge una explosión de luz, una chispa que se dilata, dando origen al orden del tiempo y el espacio. La ley de este orden es que las cosas tengan siempre un final, lo cual implica que el único y perenne principio del universo es la energía oscura, femenina, creadora y eterna.
Asimismo, el hombre está dividido en tonal, representado por el período de la vigilia diurna, y el nagual, en sus sueños por la noche. El sueño es una puerta para el poder porque, lo que nos alimenta es la energía oscura, a la cual vamos periódicamente para renovarnos. Para explorar esa energía crearon una técnica a la que llamaron ensueño mediante el cual poder tomar conciencia dentro del estado del sueño.
En el mundo sólo hay dos tipos de personas, los que despilfarran la energía y los que la ahorran. El hombre común dedica su vida a preocuparse por las cosas materiales, está más interesado por el "tener" que por el "ser". Y al final de la vida (cuando ha perdido casi toda la energía o está al borde de la muerte) se da cuenta que ha tenido la oportunidad más grande de la vida: el ser totalmente libre y consciente, y que la ha desperdiciado.
La enseñanza de los brujos lleva al aprendiz, a que se dé cuenta que el mundo es mucho más de lo que nosotros percibimos; que está conformado por un inconmensurable número de campos energéticos y que el hombre, además de ser una carga energética, es un productor de energía rodeado de energía. El guerrero aprende, en este camino, que existe un poder desconocido en su interior y que si lo desarrolla lo puede alcanzar. Ser un guerrero es una lucha interminable por ser implacable. El truco de los brujos es que ellos saben que la misma energía que invertimos en esclavizarnos, es la que nos libera. Sólo tenemos que reencauzarla.
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