La enseñanza de los brujos es así, tómala o déjala. No puedes razonarla. No es posible "verificarla" intelectualmente. Lo único que cabe hacer con ella es ponerla en práctica, explorando las extraordinarias posibilidades de nuestro ser.
Este blog es parte de mi aprendizaje.

viernes, diciembre 07, 2007

La muerte como consejera

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A todas las personas, de una forma u otra, nos asusta la muerte, a pesar de que la mayor parte del tiempo la consideremos como algo ajeno, que nunca nos afectará directamente, ni a nosotros ni a nuestros seres queridos. Tan sólo cuando la vemos de cerca, en alguien conocido, somos medianamente conscientes de que algún día nos puede ocurrir a nosotros, pero enseguida desechamos esa idea, es como si levantásemos una barrera que nos protege de ella.

Nada más lejos de la verdad, la muerte está ahí, como decía don Juan, a la distancia de un brazo a la izquierda de cada uno y nos puede tocar en cualquier momento. Es cierto que cada vez se vive más años, que la esperanza de vida ha subido de 49 años en 1900 a los ochenta años actualmente, en los países occidentales, y es curioso que no son los ancianos los que tienen miedo a morir, sino los jóvenes y los adultos, personas que en teoría tienen la muerte más lejos. Por regla general, el instinto de conservación se va debilitando conforme nos vamos haciendo viejos y perdemos energía y motivación para seguir viviendo.

Hemos dicho que la mayoría de las personas no piensan en la muerte más que cuando la ven de cerca en algún familiar o conocido, porque aunque estamos presenciando constantemente muertes horrendas en todo el mundo a través de los medios de comunicación, la vemos como muy distantes a nosotros, y queremos pensar que eso está muy lejos para que nos toque. ¡No tan lejos! Lo que ocurre es que al ciudadano de a pie le da miedo pensar en ella como algo propio. Se cree tan importante que piensa que es inmortal. ¿Cómo puede uno darse tanta importancia sabiendo que la muerte está al acecho?. Castaneda dice que un guerrero sabe esto y en vez de creerse todas esas cosas, cuando está atribulado o impaciente o tiene algún problema, mira hacia su izquierda y pide consejo a su muerte. Una gran cantidad de tensión se libera sólo con saber que tu muerte está acompañándote y vigilándote. Nada es más importante que el toque de la muerte y mientras no lo haga, no merece la pena preocuparse por ninguna otra cosa, porque nada importa más que su toque.

Cada ser humano es por derecho un guerrero que ha logrado su lugar en el mundo en una batalla de vida o muerte. Una vez, como espermatozoides, todos libramos la carrera por la vida -una contienda única contra millones de otros competidores- ¡y ganamos! Todos los demás hermanos nuestros murieron en el intento. Ahora la batalla sigue, ya que estamos atrapados en las fuerzas del mundo. Una parte de nosotros lucha por desintegrarse y morir, y la otra intenta a toda costa mantener la vida y la conciencia. ¡No hay paz!

Sin embargo vivimos y morimos como si la hubiera, como si todo lo tuviésemos controlado, incluso la muerte, y eso es debido a la domesticación que hemos sufrido desde que nacimos y que nos amansa haciéndonos abúlicos, hasta el punto de perder el ímpetu inicial, hasta que el espíritu del hombre ya casi no se nota. Puesto que nacimos de la disputa, al negar nuestra tendencia básica, la sociedad en que vivimos extirpa la herencia guerrera. El guerrero, en cambio, sabe que vive en un universo predatorial. No puede bajar la guardia. A donde quiera que mire, él ve una lucha incesante, sabe que es merecedora de respeto, porque es una lucha a muerte. Una batalla incesante, por eso vive en profunda armonía con todo. Para un guerrero, ser armónico es fluir, no detenerse en medio de la corriente a intentar un espacio de paz artificial e imposible. Él sabe que puede dar lo mejor de sí en condiciones de máxima tensión. Por eso busca a su adversario como el gallo de pelea, con avidez, con deleite, sabiendo que el próximo paso es decisivo. Su adversario no es su semejante, sino sus propios apegos y debilidades.


Pregúntense todos: ¿Qué estoy haciendo con mi vida? ¿Tiene un propósito? ¿Está lo suficientemente ajustada? Un guerrero acepta su destino, sea cual sea. Sin embargo, lucha por cambiar las cosas y hace de su paso por el mundo algo exquisito. Templa su voluntad de tal forma, que ya nada puede moverle de su propósito. Un guerrero sabe que lo que le da sentido a la vida es el reto de la muerte, y la muerte es un asunto personal. Es un desafío para cada uno de nosotros, que sólo los guerreros de corazón aceptan. Desde esta óptica, las inquietudes de la gente son sólo ego manía. El hombre moderno no lucha su batalla, libra guerras ajenas que nada tienen que ver con el espíritu.

Por eso, cuando sientas que la mente colectiva presiona sobre ti, intentando convencerte de que te concentres en las apariencias del mundo, repite para tu interior esta aplastante verdad: “Me voy a morir, no soy importante, ¡nadie lo es!'. Saber eso es lo único que cuenta". La tragedia del hombre actual no es su condición social, sino la falta de voluntad para cambiarse a sí mismo.

Para convertirse uno en guerrero tiene que aprender de nuevo que la muerte es el cazador, y que siempre está a la izquierda. Tiene que pedir consejo a la muerte y dejar la mezquindad de los hombres que viven sus vidas como si la muerte nunca los fuera a tocar.

4 comentarios:

Lydia dijo...

Me encanta este post. El otro día leí lo de mirar a la izquierda y estos días lo he estado haciendo algunas veces y funciona. Me calmo. El solo hecho de mover la cabeza de lado, de enfocar otra cosa que el miedo, libera. Y saber que sí, un día pero ahora, en este momento, no.

Me gusta esta idea del guerrero. Es triste ver tanta indiferencia, tanto conformismo. Me siento mareada cuando veo las personas apaticas, algodonadas, sin nervio, sin espiritu, sin columna vertebral. El guerrero tiene colummna y además bien derecha. Entiendo perfectamente la noción de guerrero a la cual te refieres.

Gracias por este articulo.

Un abrazo,

José Cemec dijo...

Me alegra que te guste, Lydia.

Es muy difícil conertirse en guerrero. Para conseguirlo es necesario un aprendizaje muy duro, constante y prolongado de lucha contra el Ego, contra la importancia personal. Para lo cual hay que tener una intención rígida que impida salirse del camino. Hay que conseguir vencer el miedo, alcanzar una claridad de mente y ponerse al alcance del poder en todo momento.

Esto puede llevar toda una vida, pero lo más importante, desde mi punto de vista, es la voluntad de querer serlo y hacerse consciente de que existen otras realidades distintas a la realidad en que vivimos y que pueden se alcanzadas y utilizadas para el engrandecimiento de la vida.

Una recomendación: un guerrero no lucha contra los demás, es más, la gente no le importa en absoluto, puesto que lo único que necesita es acumular poder para luchar contra sí mismo, por lo tanto lo que hagan los demás no le afecta lo más mínimo.

Espero seguir hablando del tema.

Un abrazo.

Lydia dijo...

Siempre he estado conciente que mi peor enemigo soy yo: mis miedos y mis inseguridades. Mi ego, en una palabra. Y el infierno, si hay uno,lo llevamos dentro de nosotros. Muchas veces he ido hacia él, no hay peor lugar que este infierno interior.

Tambien soy conciente que necesitamos guias, fuentes.

Tengo un amigo, en Canada, que estaba fascinado por Castaneda. No paraba de nombrarlo. Yo nunca le hice caso y nunca lei a Castaneda hasta ahora, ultimamente, el primer volumen. El otro día hablaron de Castaneda en la tele, en un programa que considero bastante malo, Milenium, y no escuché lo que dijeron de Carlos, prefiero descubrirlo por mi misma o con gente seria. De todas maneras Castaneda es muy citado en las lecturas que leo, sobre meditación, energía, Yoga, budismo. Y ahora tengo realmente ganas de entrar en su obra.

Hasta pronto,

Un saludo,

José Cemec dijo...

Ya me contarás.